Marketing directo… a la nariz.

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Cada persona, cada casa y cada cosa tiene su olor, y las marcas también. Todas las marcas persiguen estar presentes de alguna manera u otra en nuestra vida, que las tengamos en cuenta en nuestro día a día. Y lo intentan estimulando nuestros sentidos, como ya analizamos en este blog, mediante estímulos visuales y auditivos, algo muy eficaz para transmitir el mensaje inmediatamente.

Pero, existe otro estímulo que va más allá de recibir un mensaje visual o sonoro que se olvida casi con la misma inmediatez con que se recibe: El olor.
El olor es el estímulo que más se impregna en nuestra memoria sensorial, ya que somos capaces de recordar el 35% de lo que olemos, ante el 5% de lo que vemos, esto se debe a que en términos evolutivos, el olfato es el sentido que más tiempo lleva desarrollándose, por ello está íntimamente ligado a nuestro cerebro más primitivo y más emocional.

Odotipo

¿Quién no ha experimentado nostalgia de su paso por el colegio al oler un libro nuevo? ¿Quien es capaz de resistirse a comprar palomitas nada más abrir la puerta de una sala de cine? Los olores nos evocan emociones que los demás sentidos no son capaces de igualar, es el llamado “Efecto Proust” y las grandes marcas lo utilizan como parte de una estrategia de Marketing sensorial.

El odotipo podría considerarse el logotipo oloroso, grandes cadenas hoteleras recurren a experimentados perfumistas para que creen olores exclusivos para su marca, el olor intenso a café cuando visitamos un Starbucks no es sólo producto natural de su actividad, si no de una cuidada selección del aroma que quieren que percibamos, es decir, de las sensaciones que quieren que nos despierte dicho aroma cuando entramos en sus establecimientos y más importante, cuando no.

Grandes marca como Inditex o BMV, o incluso ciudades como Barcelona han utilizado y utilizan los olores para que nuestra experiencia con las marcas sea una auténtica “experiencia para los sentidos”.
Un ejemplo de ello es el caso de Dunkin Donuts y un experimento en Korea: se programó los difusores de aroma para que difuminásen el olor cada vez que sonaba la melodía del jingle de la marca dentro de un autobús con parada cercana a uno de sus establecimientos, el resultado: 16% de aumento de las visitas y un incremento del 29% el consumo de café.

Pero no solo basta con tener un olor particular o único, en el diseño de un odotipo, al igual que en el de un logotipo, nada se deja al azar y todo tiene un porqué. El odotipo debe transmitir los valores de la marca, para ello es imprescindible, como en cualquier otra área del marketing, definir quién es nuestro público objetivo, ya que según de quien se trate, un olor puede evocar un sentimiento positivo o todo lo contrario. Además los clientes van a recordar ese olor durante mucho tiempo por lo tanto es algo no se debe tomar a la ligera.

El olor importa, ¿A qué huele tu marca?

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