El mundo de los influencers y las redes sociales empezó a regularse en España durante el año 2019, cuando la Asociación Española de Anunciantes (AEA) y Autocontrol, elaboraron un Código de conducta sobre el uso de influencers en la publicidad comercial, sobre todo para desligarse de la ilegal en el país publicidad encubierta.
También al mismo tiempo, la Comisión Británica de la Competencia publicó una guía dirigida a todos los influencers y celebrities de Inglaterra en la que se anunciaba la ilegalidad del engaño al consumidor en la publicidad comercial. Debían, entonces, comprometerse a dejar claro si les habían pagado o no a la hora de realizar publicidad de determinados productos o servicios, como lo que actualmente permite la red social Instagram.
Tanto España como Reino Unido empezaron a legislar este tipo de cuestiones, ya que son los dos países europeos donde más empresas cuentan con influencers para promocionar diferentes productos y servicios. Por ello, la aparente falta de regulación seguido de la publicidad encubierta, desembocó en tener que redactar leyes acorde al siglo XXI, y más en figuras como la del influencer.
Muchas han sido las polémicas que han surgido con influencers, incluso la red social Instagram persiguió la compra de falsos seguidores, likes y comentarios, hasta tal punto que la red anunció que comenzaría a eliminar interacciones y seguidores de cuentas personales y profesionales que utilizaran aplicaciones de terceros para aumentar su popularidad.
Lo primero de todo, la figura del influencer no es nueva.
Las personas influyentes han existido siempre, y la publicidad se ha valido de ellas para poder reclutar a más compradores. La diferencia es clara: las redes sociales y la capacidad de exposición de éstas, estos influencers han sido capaces (a costa de los usuarios) de amplificar su mensaje y magnificar su poder de persuasión.
Un influencer no es quien más seguidores tiene.
Existe la figura del microinfluencer, aquellos con menos de 1000 seguidores, por ejemplo; pero que también ejercen una determinada influencia en un grupo. De hecho, no existe “el influencer” en términos absolutos, nadie es capaz de ejercer una influencia total ni en todos los grupos de edad, obviamente.
Las acciones publicitarias con influencers están siempre sujetas a regulación, y en España es muy clara.
En España, la publicidad debe mostrarse de tal manera que no pueda confundirse con ninguna otra clase de contenido, e identificar de forma clara al anunciante. Esto lo regula la Ley General de la Publicidad, y la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico.
Las redes sociales tienen su propia normativa sobre los influencers y anuncios pagados.
Twitter, por ejemplo, obliga a que los tuits que incluyan publicidad contengan el hashtag #anuncio. Facebook e Instagram por su parte, cuentan con la herramienta “contenido de marca” para identificar aquellos contenidos que se han subido fruto de una relación comercial.
Nacho Figueroa
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